¿Se está negociando la salida de Nicolás Maduro?

Enfrentado a una masiva protesta ciudadana –que por primera vez está mucho más afincada en los sectores pobres que en los de clase media o media alta–, a una crisis económica inmanejable y creciente, y a un creciente rechazo y aislamiento internacional, (todos, por cierto, atribuibles a su propia torpeza, que en ningún caso sirve de descargo, ni legal, ni en la vida), Nicolás Maduro y la cúpula en cuyo nombre maneja el poder en Venezuela, están entre la espada y la pared, y, por primera vez y con certeza, enfrentan la inminencia de dejar el Gobierno.

Fuentes dignas de todo crédito aseguraron a PanAm Post que la decisión de Maduro de confiar a Hermann Escarrá y José Vicente Rangel la presentación de una fórmula que permita “destrancar” el juego político, y establecer “un cronograma de elecciones generales”, como se establece en el informe de Luis Almagro sobre la situación venezolana, en marzo (fórmula que fue erróneamente interpretada como “elecciones generales”, todas al mismo tiempo, algo que la Constitución venezolana no contempla), involucra su salida ordenada de la presidencia a cambio de garantizar algún tipo de justicia transicional para Maduro, su esposa Cilia Flores y posiblemente algunos de los miembros de su núcleo más cercano.

Una fórmula que contaría con el beneplácito de Vladimir Padrino, ministro de la Defensa, quien maneja “el poder real” de respaldar el acuerdo, por supuesto, con la fuerza de las armas, señalaron las fuentes, que afirmaron que “Padrino es el único que tiene todas las cartas en Venezuela, y además, parece estar sabiendo cómo manejarlas”.

Por supuesto, esta no es la única alternativa que maneja Maduro. Parte de la cúpula aún acaricia la tesis de recrudecer la represión hasta niveles que produzcan uno de los dos siguientes resultados: O el aplastamiento de la disidencia (“solución” en todo caso, temporal, dado el aislamiento internacional que produciría, en un país que está completamente carenciado) o bien disfrazar la caída con un “golpe”, que realmente sería un autogolpe y que les permitiría, a Maduro y parte de su grupo, retirarse del Gobierno con la aureola de víctimas, y probablemente obteniendo cierto tipo de compasión, especialmente de la izquierda internacional (con la que enfrentan un creciente y casi definitivo rompimiento) mientras mantienen el hilo de los intereses, especialmente los corruptos, que hasta ahora han manejado.

Las evidencias

Maduro ha enviado mensajes en todas direcciones. Mientras afirma estar “loco porque haya elecciones”, también ha anunciado que “presentará al Comando Estratégico de la Revolución una fórmula para sostener la revolución por los próximos 20 años”: una fórmula que, evidentemente, no pasaría por lo electoral. Según el politólogo John Magdaleno, cualquier elección que se produjera en Venezuela le causaría al “chavismo” una derrota por 36 puntos (sí, 36: 68 a 32 por ciento) de diferencia.

Semejante estropicio, para un movimiento político que al mando de su fundador, Hugo Chávez, se ha vanagloriado de haber ganado 18 de 20 elecciones en los últimos 18 años, sería irreparable, y Maduro lo sabe; por ello no quiere enfrentarse a ello sin tener una fórmula de salida que le permita, al menos, cierta inmunidad. Hay un dato extra: las declaraciones de la senadora uruguaya Verónica Alonso (quien afirmó que Pepe Mujica “puede ayudar a negociar la salida de Maduro”), que van en este sentido.

Para ello, comisionar a Escarrá y José Vicente Rangel (quienes todavía tienen acceso a la oposición, y sobre todo, pueden garantizar los acuerdos que se firmen), es clave. La fuente, con acceso al alto Gobierno, señala que una de las cosas que se han percibido en los últimos tiempos es que la credibilidad de Maduro, tanto a lo interno como a lo internacional, ha caído a cero, y que por ello es tan difícil negociar con él.

Sin embargo, a pesar de su desprestigio reciente, Escarrá tiene una fama bien ganada de “componedor” de arreglos, y además, de ser uno de los pocos abogados venezolanos que pueden darles forma legal aceptable a los mismos.

De hecho, se afirma que fue él quien negoció indultos, acuerdos y olvidos luego del golpe de Estado fallido de Pedro Carmona Estanga contra Hugo Chávez en 2002, incluyendo la sentencia de “vacío de poder” que le permitió al alto mando militar del momento obtener impunidad, y que, aunque denostada por Chávez en público, tenía su aquiescencia. Rangel fue fundamental en la recomposición institucional del país luego de esos hechos, y en tender puentes entre el chavismo y la oposición.

La designación, el miércoles 19 de abril, de Escarrá y Rangel como parte del equipo del “diálogo”, es un guiño a la oposición, que además, está siendo negociada con Luis Almagro, secretario de la OEA, y el expresidente dominicano, Leonel Fernández; y en este sentido, no se puede olvidar la presencia de Luis Florido, presidente de la Comisión de Política Exterior de la Asamblea Nacional, en los encuentros registrados el fin de semana pasado en Punta Cana; y el hecho que Florido haya regresado a Venezuela sin pasaporte y sin que, como se temía, fuera detenido al retornar. Lo que es más, ni siquiera fue hostigado en el aeropuerto.

Sobre el otro camino, el del autogolpe, pues también hay abundancia de evidencia, como lo representa el recrudecimiento de la represión, especialmente la nocturna, que tiene como propósito principal, por supuesto, amedrentar, pero también provocar una reacción que lleve a la gente a solicitar un “hombre fuerte”; y ese “hombre fuerte”, no sería otro que Padrino, quien, además, conoce y trata con Raúl Baduel, el emblema del “ejército institucionalista”, hoy preso sin fórmula de juicio y tras ya haber cumplido una sentencia.

El recrudecimiento de la violencia, especialmente la nocturna, tiene otro objetivo: Contención. La peor pesadilla de los jerarcas del chavismo es que a la protesta política se le sume la del hambre, y se convierta en un imparable tsunami de furia popular que lleve al escenario que más temen: El de tener que abandonar el poder improvisadamente, a riesgo de perder –literalmente-, la cabeza. Aunque, afirman las fuentes, casi toda la cúpula chavista ya tiene bien amarrado no uno, sino varios planes de huida.

El “cronograma de elecciones generales”

Lo que dice el informe Almagro de marzo, en su página 74, es “establecer un cronograma de elecciones generales”, que no se puede leer como un solo proceso, sino como la evolución de elecciones regionales y municipales, y luego de unas presidenciales, que estarían celebrándose a mediados del próximo año, según las fuentes, con lo cual, Maduro se “rebajaría” su período en unos meses, algo que solo han hecho dos de los mandatarios más civilistas de una larga historia militarista en Venezuela: José María Vargas fue el primero, y Luis Herrera Campins, el segundo.

En este mensaje, que al principio era rechazado por la mayor parte de la oposición, han ido alineándose, en los últimos días, los principales actores de la misma: Voluntad Popular, Primero Justicia y AD. Es decir, la Mesa de la Unidad, que como coalición parece extinguida salvo en el caso de que se produzca un proceso electoral. Las exigencias de los tres grupos son las mismas: Unas elecciones sin presos políticos y sin inhabilitados. El cómo se implementará esto aún está en discusión.

El ganador se lo lleva todo

¿Aceptará la oposición un acuerdo de semejante naturaleza? En principio sí, aunque, así como en el Gobierno hay un grupo que quiere radicalizarse, en la oposición hay sectores, para nada despreciables en tamaño, que consideran que tal escenario es inviable, y que señalan que es la propia calle, la propia protesta popular, la que está dictando la velocidad del proceso.

Es por eso que los llamados a manifestar continúan, porque este proceso tiene su propia dinámica, independiente de las negociaciones, y que puede llevar a forzar una salida de Maduro en forma de un Gobierno de transición que tenga representaciones de la oposición, del chavismo y de los disidentes de este último, además de la Fuerza Armada, y que haga el “reseteo” necesario de todos los factores, como la criminalidad organizada desde el Gobierno y de sus amplias estructuras de corrupción, sin tener que pagar el costo político de un Gobierno electo. Siente este sector que las condiciones están dadas para ello y que eso es lo único que Maduro puede “negociar”. Su abandono del cargo, sin retaliaciones.

Este es el reporte de situación de Venezuela al 21 de abril, en horas de la tarde. Aquí, sin embargo, las cosas cambian en cuestión de horas.

Fuente: PanamPost

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